HOMENAJE A MANUEL RAVALLO
En esta tierra nuestra, entre el ímpetu del viento, la densidad del clima, y la invariable intensidad de su paisaje, han vivido seres excepcionales que estamos obligados a recordar por el ejemplo que nos transmitieron, por los sueños acunados en este sur esperanzado.
Mi reconocimiento hoy es para un hombre que pasó por nuestra vida, dejándonos una impronta imborrable.
Hablaré nada mas ni nada menos, que de don Manuel Ravallo.
Alguien escribió; “a la polvareda mineral del caminante siempre la ve el pueblo”
Yo sostengo: que esa masa de individualidades que conforman los pueblos, son los que perciben la argamasa que modela a los hacedores de cultura, desde abajo, por las soterradas formas, hasta la superficie, con trabajo, con tesón, se forman quienes quedan enraizados en la memoria colectiva.
Entre los elegidos está Manuel Ravallo.
Nos dejó su talento, su gran talento, su indiscutible talento en los rezongos de un bandoneón, fue el representante genuino del sentimiento mas arraigado y más profundo del arrabal, al que solemos llamar TANGO.
Don Luis Ángel Terraza; escribió y editó “LOS RECUERDO DE DON MANUEL Y SU MÚSICA” y titulo a la obra: “EN CADA DEDO UN CORAZÓN”
Dejó impresa la mágica conjunción de manos, cerebro y alma, buceo en la intimidad mas honda y dolorosa de su vida, su pasión por el dos por cuatro, y su entrañable amor por esta tierra mostrándonos la integridad total de un hombre con mayúscula. El autor hace un relato de la vida de don Manuel, rescata su ternura, su pequeña valija, su fuelle, y esa bohemia trasvasada de universos, porque las notas y el pentagrama, llenaban vacíos, revivían sueños, en ellos mitigaba los sinsabores de la vida sin pensarlo, me encuentro amontonando sensaciones, reviviendo episodios, destejiendo encuentros, palabras repetidas, palabras que en cada ser toman una dimensión distinta, única intransferible, los compases de su bandoneón fueron amasados al calor de las viejas estufas patagónicas, entre el espeso humo de los bares, sobre colillas de puchos recién apagados.
Las giras que parecían interminables, las tardes del café con los amigos, la copa bebida con alegría y el asombro de saber que cada nota quedaba pegada en las esquinas de este pueblo y crecía en el corazón de la gente.
Hay un dolor de noche acorralada/ un bandoneón llorando sus tristezas/ desde el cristal de escarcha del tejado/ cae un pentagrama azul sobre la nieve/ alguien arranca notas como heridas/ y llora rezongando el viejo fuelle.
El invierno del año 1999, fue fulero, (como suelen decir en lunfardo los tangueros), ese mes de mayo intolerable agoto su aire y sus sueños.
Apenas repuesta de la angustia que me dejó su partida, sentí la imperiosa necesidad de escribirle.
Lo publique en el diario “la opinión austral”, con fecha 13 de mayo, en un momento en el cual la provincia estaba convulsionada, ante sucesos gremiales y políticos; por eso digo:
Tal vez este no sea el momento oportuno para una recordación. Estas palabras tienen, la posibilidad cierta de perderse entre listas de candidatos, propuestas y mediciones. Tal vez hubiera sido mejor buscar otra fecha…pero usted sabe tan bien como yo que el tiempo de los hombres y las mujeres de la cultura, es hoy, es el instante en el cual el corazón manda al cerebro la orden y toda la sensibilidad despierta, se hace voz, música, cuadro o libro.
Hoy siento la necesidad de pedirle perdón, en este momento.
“PERDÓN MANUEL”, recién ahora he podido elaborar el duelo. Recién ahora me siento capaz de intentar una despedida.
Recién hoy me siento fuerte para masticar tu ausencia.
Somos soldados en un campo de batalla, y vamos cayendo, sin importar sueños ni esperanzas, sin importar afectos, ni memorias.
Partimos con utopías, aún golpeándonos el pecho, con los deseos intactos –no importa la edad-, la mágica sensación del mañana nos pertenece a todos por igual, el vuelo de la imaginación no tiene límites ni fronteras.
No puedo aún creer que el pentagrama de la vida te haya marcado los últimos compases; para mí que estas agazapado detrás de algún corte o una quebrada y que mañana arrancarás con el tango “UNO”, solo para sorprendernos.
No puedo asumir que el fuelle acariciado por tus manos quedó mudo.
Ni que el otro “fuelle” el grande, el de tu corazón, se negara a seguir latiendo.
Pero sucedió y no te pude acompañar en la despedida, simplemente porque me entere tarde.
En este mundo globalizado Manuel, podemos estar enterados al instante de la guerra de los Balcanes, hasta el cansancio vemos la magistral jugada de un futbolista, sobran imágenes desnudando los entretelones de la política.
Pero muchas veces no nos enteramos del amigo internado, ni de las necesidades del vecino, porque vivimos cada vez más encerrados, en los propios, en los íntimos proyectos para sobrevivir.
Es como si la muerte cercana hubiera perdido sentido.
Siempre hay otra noticia tapando las cosas cotidianas, las que importan a los seres comunes como yo.
No es que lo otro no sea noticia –de verdad lo es-, pero vamos perdiendo los afectos casi sin darnos cuenta.
Te debo la despedida, la que de mi parte merecías, por bueno, por servicial, por honesto.
Jugaste desde aquí tu apuesta de hombre comprometido con la cultura.
Tal vez en Buenos Aires tu nombre hubiera brillado en las grandes e imponentes marquesinas.
Estoy segura que los selectos reductos del tango te hubieran aplaudido a rabiar, de pie.
No recorriste los dorados salones de Europa porque no quisiste, te sobraba capacidad y talento.
Elegiste esto.
Nos elegiste a nosotros, para la vida y para la muerte.
Falté a tu despedida –no me lo perdonaré nunca-.
Me quedó estrangulado en la garganta el ¡CHAU MANUEL!, que pensaba decirte al oído.
En esta tierra nuestra, entre el ímpetu del viento, la densidad del clima, y la invariable intensidad de su paisaje, han vivido seres excepcionales que estamos obligados a recordar por el ejemplo que nos transmitieron, por los sueños acunados en este sur esperanzado.
Mi reconocimiento hoy es para un hombre que pasó por nuestra vida, dejándonos una impronta imborrable.
Hablaré nada mas ni nada menos, que de don Manuel Ravallo.
Alguien escribió; “a la polvareda mineral del caminante siempre la ve el pueblo”
Yo sostengo: que esa masa de individualidades que conforman los pueblos, son los que perciben la argamasa que modela a los hacedores de cultura, desde abajo, por las soterradas formas, hasta la superficie, con trabajo, con tesón, se forman quienes quedan enraizados en la memoria colectiva.
Entre los elegidos está Manuel Ravallo.
Nos dejó su talento, su gran talento, su indiscutible talento en los rezongos de un bandoneón, fue el representante genuino del sentimiento mas arraigado y más profundo del arrabal, al que solemos llamar TANGO.
Don Luis Ángel Terraza; escribió y editó “LOS RECUERDO DE DON MANUEL Y SU MÚSICA” y titulo a la obra: “EN CADA DEDO UN CORAZÓN”
Dejó impresa la mágica conjunción de manos, cerebro y alma, buceo en la intimidad mas honda y dolorosa de su vida, su pasión por el dos por cuatro, y su entrañable amor por esta tierra mostrándonos la integridad total de un hombre con mayúscula. El autor hace un relato de la vida de don Manuel, rescata su ternura, su pequeña valija, su fuelle, y esa bohemia trasvasada de universos, porque las notas y el pentagrama, llenaban vacíos, revivían sueños, en ellos mitigaba los sinsabores de la vida sin pensarlo, me encuentro amontonando sensaciones, reviviendo episodios, destejiendo encuentros, palabras repetidas, palabras que en cada ser toman una dimensión distinta, única intransferible, los compases de su bandoneón fueron amasados al calor de las viejas estufas patagónicas, entre el espeso humo de los bares, sobre colillas de puchos recién apagados.
Las giras que parecían interminables, las tardes del café con los amigos, la copa bebida con alegría y el asombro de saber que cada nota quedaba pegada en las esquinas de este pueblo y crecía en el corazón de la gente.
Hay un dolor de noche acorralada/ un bandoneón llorando sus tristezas/ desde el cristal de escarcha del tejado/ cae un pentagrama azul sobre la nieve/ alguien arranca notas como heridas/ y llora rezongando el viejo fuelle.
El invierno del año 1999, fue fulero, (como suelen decir en lunfardo los tangueros), ese mes de mayo intolerable agoto su aire y sus sueños.
Apenas repuesta de la angustia que me dejó su partida, sentí la imperiosa necesidad de escribirle.
Lo publique en el diario “la opinión austral”, con fecha 13 de mayo, en un momento en el cual la provincia estaba convulsionada, ante sucesos gremiales y políticos; por eso digo:
Tal vez este no sea el momento oportuno para una recordación. Estas palabras tienen, la posibilidad cierta de perderse entre listas de candidatos, propuestas y mediciones. Tal vez hubiera sido mejor buscar otra fecha…pero usted sabe tan bien como yo que el tiempo de los hombres y las mujeres de la cultura, es hoy, es el instante en el cual el corazón manda al cerebro la orden y toda la sensibilidad despierta, se hace voz, música, cuadro o libro.
Hoy siento la necesidad de pedirle perdón, en este momento.
“PERDÓN MANUEL”, recién ahora he podido elaborar el duelo. Recién ahora me siento capaz de intentar una despedida.
Recién hoy me siento fuerte para masticar tu ausencia.
Somos soldados en un campo de batalla, y vamos cayendo, sin importar sueños ni esperanzas, sin importar afectos, ni memorias.
Partimos con utopías, aún golpeándonos el pecho, con los deseos intactos –no importa la edad-, la mágica sensación del mañana nos pertenece a todos por igual, el vuelo de la imaginación no tiene límites ni fronteras.
No puedo aún creer que el pentagrama de la vida te haya marcado los últimos compases; para mí que estas agazapado detrás de algún corte o una quebrada y que mañana arrancarás con el tango “UNO”, solo para sorprendernos.
No puedo asumir que el fuelle acariciado por tus manos quedó mudo.
Ni que el otro “fuelle” el grande, el de tu corazón, se negara a seguir latiendo.
Pero sucedió y no te pude acompañar en la despedida, simplemente porque me entere tarde.
En este mundo globalizado Manuel, podemos estar enterados al instante de la guerra de los Balcanes, hasta el cansancio vemos la magistral jugada de un futbolista, sobran imágenes desnudando los entretelones de la política.
Pero muchas veces no nos enteramos del amigo internado, ni de las necesidades del vecino, porque vivimos cada vez más encerrados, en los propios, en los íntimos proyectos para sobrevivir.
Es como si la muerte cercana hubiera perdido sentido.
Siempre hay otra noticia tapando las cosas cotidianas, las que importan a los seres comunes como yo.
No es que lo otro no sea noticia –de verdad lo es-, pero vamos perdiendo los afectos casi sin darnos cuenta.
Te debo la despedida, la que de mi parte merecías, por bueno, por servicial, por honesto.
Jugaste desde aquí tu apuesta de hombre comprometido con la cultura.
Tal vez en Buenos Aires tu nombre hubiera brillado en las grandes e imponentes marquesinas.
Estoy segura que los selectos reductos del tango te hubieran aplaudido a rabiar, de pie.
No recorriste los dorados salones de Europa porque no quisiste, te sobraba capacidad y talento.
Elegiste esto.
Nos elegiste a nosotros, para la vida y para la muerte.
Falté a tu despedida –no me lo perdonaré nunca-.
Me quedó estrangulado en la garganta el ¡CHAU MANUEL!, que pensaba decirte al oído.
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